Una parte esencial de la resolución de conflictos con niños consiste en aprender a hablar con ellos, a escucharles y a ser asertivos con ellos para mantener las normas y límites que consideramos esenciales para su protección, educación y desarrollo.
Pero al mismo tiempo debemos atender sus necesidades, darles la oportunidad de participar y atender sus sugerencias.
A veces los adultos no consideran a los niños comunicadores en pie de igualdad y no les escuchan. A veces los niños están tan enfadados que no son capaces de entender las razones que les dan sus padres o profesores.
Todas estas situaciones nos llevan a conflictos que tenemos que aprender a afrontar de forma positiva. El primer paso para la resolución de conflictos es aprender habilidades de comunicación positivas y adecuadas.
Cada persona utiliza diferentes tipos de estilos de comunicación, dependiendo de con quién estemos hablando, de las situaciones, de las posibilidades, de las consecuencias y de diferentes factores.
Por eso es importante que analicemos estos estilos, para poder reconocer las estrategias de comunicación, que a veces pueden producir conflictos con los demás.
Hay tres básicos
Agresivo, en el que la persona opta por atacar, actuar primero y ganar independientemente del contenido y el objetivo de la comunicación. A veces la gente quiere tener razón y decir la última palabra.
Pasiva, cuando una persona no expresa sus sentimientos y pensamientos porque o bien no quiere enfrentarse al otro o bien es incapaz de hacerlo. Prefieren guardar silencio y dejar que la otra persona guíe la comunicación. Este estilo puede ser una estrategia o el resultado de la falta de confianza.
Está claro que el estilo asertivo es el que hay que buscar. Recuerda que necesitas conocer estos estilos para enfrentarte a diferentes situaciones.
Ser consciente de tu propio estilo de comunicación y afinarlo a medida que pasa el tiempo te ofrece las mejores posibilidades de éxito en la vida.
Para comunicarnos debemos centrarnos en el niño, obtener toda la información posible sobre él y evitar las generalizaciones a la hora de evaluarlo. Podemos hacer preguntas que abran al otro a hablar: preguntas sobre hechos concretos, aspectos emocionales, percepciones, necesidades, intereses, preocupaciones y sentimientos.
Hablar de uno mismo, de teorías o generalidades no favorece el diálogo. Y debemos animar a los miembros de la familia y a los niños al diálogo intersubjetivo e intrasubjetivo.
Las técnicas de disciplina positiva requieren un estilo de comunicación asertivo porque tenemos que imponer al niño ciertas normas y límites, estando al mismo tiempo abiertos a sus necesidades, ideas y sentimientos. Sin embargo, cada estilo de comunicación tiene su utilidad.
Cuando estamos disciplinando a un niño, éste puede reaccionar de forma agresiva (incluso siendo violento con nosotros) o pasiva (aceptando lo que decimos sin reaccionar, aunque no crea en ello). Los adultos tenemos que aprender a ser asertivos: firmes pero abiertos.
Las decisiones que se tomen a la hora de resolver un conflicto deben valorar siempre las necesidades de cada uno de los implicados.
Para aprender buenas habilidades de comunicación, primero tenemos que aprender a escuchar y, en segundo lugar, a hablar. Cuando hablamos con un niño se aplican las mismas reglas. Para tener una buena comunicación con los niños tenemos que construir una relación con ellos, conocerlos y escucharlos como con cualquier otro adulto. Debemos crear un clima de confianza, que se construye sobre una base de empatía e interés.